18 marzo, 2024

Si esta misma tarde te fijas en lo que hace tu hija, tu hijo o alguno de tus alumnos o alumnas antes de abrir definitivamente su cuaderno para dedicar un tiempo a hacer alguna tarea pendiente, y en ese tiempo su actividad pasa por: ver vídeos cortos e impactantes en un dispositivo conectado (esté o no encendida la televisión), y esa visión es interferida por alguna escucha de audios y tal vez la grabación y envío de algún mensaje de voz, a lo que se añade la lectura de mensajes cortos y de alguna notificación de algún medio, que a su vez enlaza a imágenes desde las que salen nuevos enlaces a textos más o menos largos, más o menos profundos, más o menos apropiados… si su actividad encaja con esta descripción, lo que viene a continuación te interesa.

Pasar de lo superficial a lo profundo es el gran reto del aprendizaje; pasar de la mera información al conocimiento significativo, ese es el objetivo de los procesos de enseñanza.

Si esa niña o niño en quien te has fijado ha estado utilizando sus diferentes dispositivos conectados con esa actividad, que exige un continuo cambio de atención, no lo dudes, estás ante un caso de sobrecarga de información.

Si una mente en periodo de formación se excede en el tiempo dedicado a utilizar su memoria a corto plazo deja de utilizar suficientemente la memoria a largo plazo, que es precisamente la que resulta fundamental para generar conocimiento.

Para estudiantes adolescentes, navegar por internet es sugestivo, incluso puede llegar a ser adictivo. Un estímulo constante para su curiosidad, un descubrimiento que, antes de que puedan afianzarlo, ya les ha llevado hacia otro nuevo que, a su vez, les dirigirá a otro, en una cadena perpetua que no les permite centrar su atención y profundizar realmente, aunque, erróneamente, les afianza en el convencimiento de que están ampliando su conocimiento.

Podríamos empezar por trasladarles esta idea: La información no es conocimiento. La simple adquisición de información no es aprendizaje.

A partir de sus estudios, el profesor de Psiquiatría y Ciencias de la Conducta en UCLA, Gary Small, ha podido confirmar que las personas que utilizan habitualmente Internet con esa dinámica presentan una actividad mayor en las regiones prefrontales del cerebro, éstas son las que se dedican a la adopción de decisiones y a la resolución de problemas.

De manera que el cerebro dedica más tiempo a tomar decisiones, hacer elecciones y procesar la importancia de cada impacto que a sus otras capacidades, algunas muy importantes en edades de desarrollo, como la capacidad para retener información y transformarla en conocimiento.

Éste estado de cosas se produce cuando mantenemos el cerebro durante mucho tiempo en una actividad continuada a ese nivel superficial, sin profundizar en nada, salpicando nuestro cerebro con información cambiante, dispersa, ligera, a la que se llega sin esfuerzo y sin conocer bien el criterio de selección de quien la sirve.

En esa dinámica no se permite al cerebro activar la memoria a largo plazo, por lo tanto, no se interioriza la información, no se procesa y asocia con informaciones ya almacenadas, es decir, no se está convirtiendo en conocimiento.

dispositivos móviles infanciaLos niños y las niñas necesitan poner en funcionamiento su memoria a largo plazo, de ella dependen los mecanismos de aprendizaje y adquisición de conocimientos y el desarrollo de la creatividad.

En la dinámica social en la que mucha gente está inmersa, los niños y las niñas, además de recibir la información que deben aprender en su día a día en el centro escolar, viven una exposición excesiva a otra mucha información generada en chats, grupos de correo, redes sociales y otras plataformas de vídeo y noticias.

Los mecanismos de esos servidores de información han llegado a un nivel de perfeccionamiento tal que la capacidad individual de consumo y proceso está completamente desbordada y eso lleva en ocasiones a situaciones nada recomendables.

La incorporación del término multitarea a la vida corriente ha tenido también su incidencia.

En un momento dado de la década del 2010 se llegó a difundir que un cerebro entrenado podía prestar atención de manera simultánea a una cantidad que fluctuaba entre cinco y nueve asuntos.

La neurociencia apunta ahora que esa cifra es excesiva y que un cerebro consciente puede estar pendiente de un máximo de tres cosas a la vez.

Sobrecargarlo de tareas simultáneas es algo que produce efectos muy similares a los de la sobrecarga de información a la que hacíamos referencia, efectos como: ansiedad, confusión, falta de creatividad, rigidez mental, estrés y también algunos síntomas físicos aparejados, como dolor de cabeza o estomacal.

Por otra parte, se observan también dos anomalías a las que hay que prestar atención. Por un lado, el riesgo de que en la infancia se produzca una pérdida de memoria a corto plazo. Y, por otra parte, la aparición de un nuevo síntoma que se llama la fatiga de decisión.

Esa fatiga de decisión se produce porque las neuronas no discriminan si la decisión es o no importante, no se cansan más ni menos en función del rango de esa decisión, sino igual, y con este impacto constante de informaciones los niños y niñas están tomando decisiones triviales permanentemente. Decisiones que afectan su actividad cerebral igual que si estuviesen tomando decisiones trascendentales.

Lo más preocupante de esto es que al centrar el sistema cerebral en este cometido, le alejan de dedicarlo a cosas que son ciertamente importantes para su desarrollo.

Los niños y las niñas necesitan poner en funcionamiento su memoria a largo plazo, de ella dependen los mecanismos de aprendizaje y adquisición de conocimientos y el desarrollo de la creatividad.

Hay quien prefiere llamar a la sobrecarga informativa consumo excesivo de información, dándole ese matiz mercantilista que puede relacionarla con las grandes empresas de la información y las redes sociales, esas a las que les interesa que se afiance este caldo de cultivo hiperconectado.

Esa sobrecarga o consumo excesivo se da cuando la información que les llega a los niños y las niñas:

  • Es demasiada.
  • Es demasiado compleja para su capacidad de comprensión.
  • Les llega con demasiada velocidad.

Para paliar los efectos negativos de esta situación, dentro de los nuevos aprendizajes, hay que incorporar determinados usos y costumbres que ayudarán mucho.

  • Empecemos por transmitirles que la información no es conocimiento.
  • Enseñémosles a distinguir entre lo importante y lo que no lo es, a separar la buena información de la mala.
  • Ayudémosles a asignar un tiempo a cada cosa.
  • Busquemos con ellas y ellos cual es el estilo de organización (mental y relacional) que a cada cual le conviene.
  • Eduquémosles a discriminar y controlar los miles enlaces y vínculos que ofrece internet.

Y, por último, pero no por ello menos importante:

  • Aprendamos con ellos y ellas a serenar la mente, a reposarla durante tiempo prolongado durante el tiempo consciente, más allá de las horas de sueño.

 

 

 

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